tiempo recobrado
Sorteo de Navidad
El sorteo de Navidad nos retrotrae a aquellos días en los que nos lavábamos con jabón Lagarto y comíamos pollo los domingos
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Escribo mientras escucho a través del tabique la voz de los niños de San Ildefonso. La lotería es un rito que nos evoca el paso del tiempo. Me viene a la cabeza que el sorteo solía coincidir con el comienzo de las vacaciones de Navidad ... . Recuerdo este soniquete en el patio del colegio de los jesuitas de Burgos mientras corríamos detrás del balón. Nunca me ha tocado la lotería, pero he seguido jugando no ya con la esperanza de un premio sino por celebrar el hecho de sobrevivir un año más.
No es una frase retórica sino una devastadora realidad. Muy cerca de la barrera de los 70 años, la guadaña de la muerte sigue segando las vidas de mi entorno. La última, la de Antonio Burgos, cuyos artículos leía en la revista 'Triunfo' a primeros de la década de los 70. No hace mucho, falleció también otro compañero de página, mi querido José María Carrascal, que tuvo la suerte de seguir escribiendo hasta el último día de su existencia. No puedo evitar un sentimiento de envidia.
Pensaba escribir sobre la cita entre Sánchez y Feijóo, pero confieso que no se me ocurre nada que decir. La política para mí se ha vuelto una descarnada pelea por el poder. Queda muy poco de aquella concepción idealizada que nos llevó a luchar contra la dictadura y soñar en una democracia que iba a traernos libertad y felicidad.
Lo que queda es el implacable paso del tiempo y las ausencias que se van acumulando por estas fechas. Me entra vértigo al pensar que mi padre dejó este mundo hace 32 años, siendo más joven que yo ahora. Sigo sin entender la arbitrariedad de la muerte, esa lotería que siempre toca, aunque no sabemos cuándo.
Siempre he creído que el azar juega en la vida un papel más importante que la necesidad. Casi todo lo que nos pasa es imprevisible. La fortuna y las desgracias vienen cuando menos se las espera. Y, cuando uno alcanza las metas que perseguía, siente una mezcla de vacío y desasosiego.
No me acuerdo de los grandes momentos ni de las decisiones cruciales. Lo que me ha quedado grabado en la memoria son instantes intranscendentes como el olor del río Ebro, la pluma con la que aprendí a escribir, el humo de las velas, la nieve en las aceras o la primera vez que le vi jugar a Di Stefano en el casino de Miranda. Son recuerdos más reales que el presente y se han desvanecido en un pasado que se aleja hasta parecer un sueño.
El sorteo de Navidad nos retrotrae a aquellos días en los que nos lavábamos con jabón Lagarto, íbamos a la escuela con pasamontañas y comíamos pollo los domingos. Teníamos todo el futuro por delante y ahora sólo un pasado en el que se apilan esas ausencias en las que pronto ingresaremos. No, no nos ha tocado la lotería, pero por lo menos seguimos respirando. Escucho las variaciones Goldberg, miro por la ventana y veo el cielo azul y un sol resplandeciente.
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